“La Bovary c’est moi.” Habría declarado Flaubert, luego de la publicación de su célebre y escandalosa novela, para dar respuesta a tantos cuestionamientos
acerca del origen del personaje protagónico.
Publicada en seis entregas, en el año 1856, esta obra fue calificada de inmoral por la sociedad de la época, llegando su autor a ser procesado por tal motivo. Sólo luego de la
absolución, en 1857, Flaubert se consagró con un éxito indiscutido, presentándola, esta vez, en un único tomo.
Se trata del simple y corto paso por la vida de una mujer que no conforme con su idiosincrasia busca experimentar otros placeres mundanos. Cayendo, intermitentemente en situaciones límite que la enfrentan a miserias mayores. Ella logra advertir sus truncos
intentos por conseguir la felicidad sólo hacia el final de la obra, momento en que decide
dejar de existir. Su esposo y todo su entorno, en cambio, no lo advierten. A simple vista,
Emma Bovary muestra una imagen aseñorada y feliz.
Esta novela apasionada, conjuga los sentimientos de vanidad, amor, ambición y tormento en la vida de una singular mujer. La misma simpleza que llevada al terreno de lo magnánimo por su autor, ha logrado estremecer a generaciones completas de lectores
que se identificaron a la perfección con aquel “la Bovary soy yo”.
La moral burguesa del siglo XIX terminó por aclamar esta historia porque comprendió finalmente que Madame Bovary es un fiel reflejo de los sentimientos más personales, en contraposición a la vida en sociedad.
Por Evangelina Da Fonseca.
¡Genial!
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