Voy a cebarme unos mates…
Porque es la primera tarde
y el cielo está nublado y hay viento.
Porque estoy sola y triste,
porque es como un mal de muchos
y a veces funciona como consuelo de algunos tontos.
Porque ya es como un acto reflejo
y casi no me cuesta nada prepararlo.
Como en un pequeño e íntimo rito
sorbo un mate, testigo de lo que pasa en mi boca,
en mi lengua cansada, en mis labios que envejecen.
Su agua bendita se entromete en las dolorosas llagas
que se demoran en desaparecer.